Cuando la lucecita de mi Vespa parpadea es una señal de que falta gasolina. Me avisa de que puedo quedarme tirado.
Cuando la chapa quema es que el motor está muy caliente. Necesita reposar.
En esos casos, paro y dejo que respire un rato el motor o echo gasolina.
Hago lo que mi moto necesita. Y entonces está lista de nuevo.
Y yo me pregunto: ¿por qué hago eso con mi moto y no lo hago conmigo mismo?
Si es un dolor físico sí que suelo hacer caso. Pero si es emocional, me suelo escaquear.
¿Por qué?
Estoy escribiendo estas reflexiones para tratar de comprender este fenómeno mejor.
Lo que está claro es que el dolor simplemente trata de sacarme de mi anestesia general, para que me entere de que algo no ha salido como esperaba, o de que he perdido algo o a alguien o que estoy sufriendo algún daño.
Supongo que mis defensas no quieren sentir el dolor pensando que me voy a deprimir.
Pero esto es absurdo. Ya he comprobado muchas veces que cuando siento realmente mi dolor, éste acaba liberándose y entonces acepto mejor la situación.
Pero hay que reconocer que ese rato de atravesar el dolor es muy desagradable. No es nada fácil, por eso nos escaqueamos tanto de sentirle.
Pero mi experiencia me dice más claramente que las heridas, para curarse, tienen que doler.
Tiene que salir el pus.
Cuando no hago caso al dolor y lo tapo, trabajando mucho, saliendo mucho, viajando mucho, comiendo mucho… vuelvo loco a mi sistema operativo emocional.
Esa inconsciencia hace que mi dolor se envenene dentro de mí y salga más tarde en forma de exigencia, depresión, resentimiento o ansiedad.
Además, todos sabemos que sólo si no nos permitimos entrar en el dolor, no podemos abrirnos al amor.
Todos sabemos que si no vivimos la tristeza nos quedamos enganchados a lo perdido y nos estancamos en la melancolía.
Todos necesitamos aprender a acompañarnos a nosotros mismos con amabilidad, aceptando las derrotas que nos infringe la existencia.
Los expertos en duelo dicen que las pérdidas nos hacen personas más profundas y sensibles a lo demás.
Nos dan un peso anímico del que carecen las personas que se saltan lo difícil de la vida.
Como dice Jodorowsky: No mires hacia atrás. No mires hacia delante. Mira hacia dentro. Trátate como a un pozo al que se le limpia para que en él pueda volver a brotar el agua cristalina.
Terapia Gestalt Madrid
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