Mi niño interno está herido, con mucho dolor.
Y con mucha inseguridad.
Como el de casi todo el mundo.
Llevo años currándomelo…
Intentando acogerle y comprenderle…
Tratando de observar cómo reacciona…
Pero me sigo viendo arrastrado por él.
Muchas veces no puedo evitar entrar en este estado de conciencia infantil.
Y caigo en el viejo pozo.
Lo bueno es que a veces puedo invocar a mi testigo interno.
Y puedo atender plentamente ese sentimiento de soledad de mi niño.
O su angustia. O su sensación de ser inadecuado.
Y trato de estar ahí. Respirando.
Permitiendo lo que ocurre. Compasivamente.
Acompañándome. Estando presente.
Sé que mi niño no puede con su herida.
Pero yo soy un adulto, y si que puedo.
Porque estando consciente, tengo espacio y claridad.
Siendo testigo puedo comprender lo que sucede.
Atendiéndome voy alimentando mi seguridad interior.
Voy aprendiendo a sostenerme.
Pero no es nada fácil.
Los viejos patrones tratan de seducirme.
Mi viejo miedo a sentir intenta congelarme.
Cuanto más dolor, más ganas de anestesiarme.
Cuanta más vergüenza, más retirada.
Cuanta más fragilidad, más culpa.
Con la terapia he aprendido a abandonarme menos y a aceptarme más.
Cada vez me acompaño con más firmeza y amabilidad.
Hago lo que puedo.
Alberto Martín-Loeches
Terapia Gestalt Madrid
•
•
•
Otras reflexiones interesantes…
•
El amor no tiene nada que ver con tener pareja
•
•
•
¿Estás en una relación de pareja sana?
•
•
•
Cómo sanar los celos
•
•
•
Masturbación y vida en pareja: ¿son incompatibles?
•
•
•
•
•
•