El poder estar ahí para cuando alguien nos necesita es uno de los indicadores más claros de nuestra maduración y florecimiento como seres humanos, pero no siempre nos desarrollamos en este sentido.
A esta capacidad es fundamental a la hora de hacer terapia la solemos llamar ‘sostener el espacio’. Y básicamente tiene que ver con generar una presencia segura que permita que el paciente pueda comprenderse, abrazarse, retorcerse, transformarse y sanarse.
Consiste en caminar junto al paciente con nuestro corazón abierto, sin juicios, proclamas ni demandas. Quitándonos de en medio y soltando la idea narcisista de que su bienestar depende de nuestra intervención.
En realidad se trata de crear un espacio respetuoso y sin juicio donde permitimos a esta persona tomar sus propias decisiones aunque sean diferentes a lo que a nosotr@s nos gustaría.
El arte no es aconsejar, sino crear las condiciones para que vuelva a reconectar y a confiar en su propia intuición y sabiduría para poder sostener lo que le pasa.
No es analizar, sino acompañar regulando nuestro sistema nervioso emanando así un silencio centrado y compasivo.
Es clave hacerle saber a la persona que al transitar por algo nuevo y difícil es natural tropezarse y equivocarse. Todo la vulnerabilidad que aparezca ha de atravesarse porque forma parte del viaje.
Y nosotr@s, como terapeutas, estamos entrenados para acompañar estos procesos porque hemos recorrido nuestro propio camino de dolor y crecimiento.
Cuanto más profundo sea el viaje que hemos hecho a nuestros propios infiernos más perspectiva y confianza podremos ofrecer para que pueda aflojar sus defensas. Es como si fuésemos su ancla. Cómo si le dijésemos: yo estoy aquí presente, contigo, cuidándo de ti; si te desmoronas, te ayudaré a levantarte.
Alberto Martín-Loeches
••
••
Otros mini artículos interesantes…
••
••
Aduéñate de tu dolor
•
•
•
•
•
¿Qué es amar?
•
•
•
El amor no tiene nada que ver con tener pareja
•
•
•
•
•
•
•
•
•