Hace ya veintitantos años que participé por primera vez en una Terapia de Grupo en Madrid. Después de estar un tiempo en terapia, mi terapeuta, Ros, me invitó a unirme a uno de sus grupos terapéuticos para trabajar mi relación con los demás.
A mí me daba mucha pereza juntarme con unos extraños y salir de la comodidad de mi terapia individual. Pero esto era un impedimento para mi próximo paso de crecimiento: romper el cascarón y salir al mundo.
Ros me convenció al explicarme que los grupos funcionan como una caja de resonancia, como un espejo donde podría trabajar aspectos de las relaciones que yo necesitaba mejorar. Por ejemplo el poner límites, el pedir asertivamente lo que necesitaba y, sobre todo, el abrirme a una intimidad real y más profunda con los demás.
Me sumé al grupo de terapia y en unas semanas pude experimentar cómo podía hablar sobre mí mismo con una libertad que nunca había sentido con anterioridad y que anhelaba tener. Me costó un poco, pero con el tiempo fui aprendiendo a compartir mejor mi mundo emocional, y más adelante, a confrontar y ser confrontado sin perder mi centro.
El poder de la Terapia de Grupo
Desde entonces confío mucho en el poder de los grupos porque he comprobado una y otra vez que favorecen los encuentros auténticos donde poder mostrarnos como realmente somos, incluida nuestra vulnerabilidad y nuestra confusión.
Cuando me hice terapeuta, años más tarde, incluí este formato para poder ofrecer a mis pacientes este tipo de experiencias que catalizan enormemente su proceso personal.
A casi todos nos falta armonía e integración entre lo que “piensa” nuestra cabeza, lo que “siente” el corazón o lo que “necesita” el cuerpo. Es como si caminaran por separado, sin encontrarse.
Por eso, en mis grupos busco maneras de desarrollar la inteligencia corporal y emocional, proporcionando recursos que nos faciliten conectar somáticamente con nosotros mismos y con nuestro sentir.
El trabajo que propongo facilita el conectar íntimamente con nuestros sentimientos, tanto los cómodos como los incómodos, y el aprender a regularlos y procesarlos. De esta manera es como vamos disolviendo bloqueos y corazas.
Relacionarmos de otra forma
La terapia de grupo es un viaje a lo largo del cual nos vamos redescubriendo a nosotros mismos y a nuestra historia personal. Exploramos nuestros patrones de relación, observando de manera real y práctica cómo reproducimos, una y otra vez, la manera en que aprendimos a vincularnos con nuestros cuidadores en la infancia.
En nuestra vida muchas veces no hemos sido atendidos como necesitábamos, y no hemos sentido que formábamos parte. O quizás, para poder sentirlo, tuvimos que traicionar aspectos nuestros y generar una personalidad hacia fuera demasiado funcional. Esto puede adoptar diversas maneras: tal vez agradamos demasiado, o somos muy obedientes y nos quedamos “pegados” al otro… O quizás nos retiramos demasiado, o llamamos la atención, o somos rebeldes, o soberbios… Qué sé yo…
En esta Terapia de Grupo en Madrid iremos retando esos patrones, esos roles, para ir soltándolos y poder pertenecer sin tener que hacer nada, sin tener que ser nada.
Iremos probando a relacionarnos de otras maneras a las habituales, ocupando lugares diferentes, encarnando otras posturas vitales y reapropiándonos de aspectos de nuestra sombra.
Terapia de grupo: formar parte de una tribu
El enfoque humanista se refleja en nuestra práctica y visión de la psicoterapia y del desarrollo personal. Todos, al ser respetados, validados y vistos, empezamos a ser capaces de escucharnos, acompañarnos y vernos a nosotros mismos y a los demás de otra forma.
Formar parte de una tribu y recibir su calor es fundamental para estimular nuestra autoestima y para hacer que nuestra vida cobre más sentido.
En un grupo pasan muchas cosas. El mayor regalo es que os iremos invitando a reflejaros, con honestidad y delicadeza, cómo os afectáis los unos a los otros. Y, a partir de ahí, os acompañaremos a experimentar nuevas formas de funcionar más saludables, desafiando vuestros patrones más caducos.
Por supuesto, en este formato terapéutico, cada uno es responsable en última instancia de qué, cuándo y cuánto le cuenta al grupo sobre sí. Cuanto más os abráis, mejor, pero también resulta rico escuchar atentamente lo que dice el resto y reflexionar sobre cómo nos afecta. O ver cuánto del sentir o el sufrir de otros (quizás aparentemente muy distintos) nos resuena, porque también lo llevamos dentro.
Compartir nuestra humanidad
Mis grupos no son solo un espacio que invita a la exploración, sino también como un lugar de descanso donde poder mostrarnos como realmente somos, incluyendo nuestras flaquezas y frustraciones.
No solo se viene “a trabajar”, sino que también nos ofrecen un espacio donde poder ser nutridos, sostenidos y recogidos por nuestros compañeros cuando se hace necesario.
Para acabar esta reflexión, solo decir que es un gran privilegio haber podido acompañar a cientos de personas estos años en sus procesos de crecimiento y autodescubrimiento. Tantas horas de compartir esta profunda humanidad que todos tenemos me ha permitido vivir mi propia vida con más libertad y plenitud.
Tal y como señala el gran Irving Yalom en su libro “El Don de la Terapia”, “el ser humano tiene una propensión innata hacia la autorrealización. Si los obstáculos son eliminados, se desarrollará hasta llegar a ser un adulto maduro, de la misma manera que una bellota se desarrolla hasta convertirse en un roble”.
Si te interesa crecer como persona y unirte a una Terapia de Grupo en Madrid, pincha aquí para más información.