Últimamente se está yendo gente importante de mi vida.
Y duele. Duele mucho.
Antes me hacía el loco; pero ahora ya no me sale.
Ahora prefiero dejar que se me abra el corazón en canal para digerirlo cuanto antes.
Lo que pasa que no es fácil. No es nada fácil.
No es fácil sin ser devorado por pensamientos negativos de que nadie me quiere.
No es fácil escapar de mi clásica frialdad donde me congelo para no sentir nada.
No es fácil no dejarme arrastrar por mi indignación hacia la otra persona.
No es fácil no sumergirme en cualquiera de mis adicciones.
No es fácil afrontar todo este espacio de inmensa soledad y culpabilidad que me invade.
Lo bueno es que ahora, después de mucho tiempo de terapia, a veces puedo quedarme quieto, sin hacer nada, permitiéndome sentirme triste.
Y después de un rato de respirar, ese sentimiento de vacío y desamparo se va aflojando. Me voy haciendo adulto. A veces…
Alberto Martín-Loeches
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