Con el concepto de “relación” vienen expectativas, recuerdos de relaciones pasadas, y además conceptos mentales condicionados personales y culturales de lo que una “relación” debería ser.
Tratamos de hacer que la realidad se ajustase a estos conceptos. Y nunca lo hace.
La cuestión del asunto es: no hay relaciones. Sólo existe el momento presente, y en el momento sólo hay un relacionarse.
Cómo nos relacionamos, como amamos, depende de lo vacíos que estamos de ideas, conceptos, expectativas.
Lo que convencionalmente llamamos “amor” es una estrategia del ego para evitar rendirse. Estás buscando a alguien para que te dé eso que sólo puede venirte en el estado de rendición. El ego utiliza a esa persona como un sustituto para no tener que rendirse. El amor verdadero no tiene ningún deseo, ningún deseo de poseer o que tu pareja cambie.
Inevitablemente, en algún momento, la persona que has elegido, o has hecho especial a tus ojos, deja de funcionar como una tapadera para tu dolor, el odio, el descontento o la insatisfacción que tienen su origen en la sensación de insuficiencia y de sentirse incompleto. Entonces, surge la sensación que estaba oculta, y se proyecta sobre la persona que había sido elegida y hecha especial – quien pensabas que en última instancia iba a “salvarte”. De repente, el amor se convierte en odio. El ego cree que esta persona es la causa del dolor. No se da cuenta de que el dolor es el sentimiento universal de no estar conectado con el nivel más profundo de tu ser – no ser uno con uno mismo.
Sólo la rendición puede darte lo que estabas buscando en el objeto de tu amor.
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