La aceptación incondicional y la empatía de tu terapeuta te devolverán algunas emociones que pueden ser vividas con vergüenza (como la vulnerabilidad, la rabia, la tristeza, la culpa, etc.) al terreno de lo humano.
Donde antes estaba la vergüenza y el oprobio aparecerá la humanidad compartida, la alegría de sentirte acogido incluso en tu hora más triste.
Así es cómo los terapeutas nos vinculamos a nuestros pacientes. Aprendemos a quererlos un poco cuando más allá de nuestras propias defensas y de la máscara del otro encontramos un pedacito de esa humanidad compartida.
Sentimos compasión por nuestro paciente en el sentido en que podemos conectar con su sufrimiento desde nuestra propia experiencia del sufrimiento y desde allí tratamos de comprenderlo.
Fuente: Psicoterapia cotidiana
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