Tu dolor no es algo por lo que tengas que avergonzarte. No es señal de fracaso, no es un castigo. Simplemente está aquí para hacerte más humilde.
Lo malo no es el dolor, sino tu exigencia de liberarte de él.
Tu sabes que te sientes peor cuando lo rumias, cuando te preocupas y te obsesionas con él.
Cuando te involucras en la historia de tu dolor es cuando generas tu frustración, miedo y enfado.
Cuando piensas una y otra vez cómo tu dolor evita que hagas lo que te gusta, lo que habías planeado es cuando creas tu impotencia.
Si luchas con tu dolor y huyes de él, te conviertes en su víctima, porque le estás permitiendo que tenga poder sobre ti.
Recuperas tu poder cuando decides no alimentar tu resistencia y tu culpa y simplemente permaneces presente con tu dolor.
[ Inspirado en un texto de Jeff Foster ]
.
•
Otras reflexiones interesantes
¿Estás en una relación de pareja sana?
Mi enfado: la fuerza que me recuerda que tengo voz
Enamoramiento: manual de uso para principiantes
Muchos hombres y mujeres nos creemos…
Yo me ausentaba y ella me pedía más y más
Superar una ruptura: los bajones
•
•
•