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Tras una ruptura, ¿soledad o compañía?

Todos sabemos que estar solos es necesario tras la ruptura de una relación para hacer el duelo y ocuparnos de sanar las heridas que se hayan despertado. Pero no es fácil…

En terapia aprendemos a hacernos cargo de nuestro niño interior, a soportar nuestro vacío y a explorar las carencias de nuestra infancia que se han activado en la ruptura.
Aprendemos a sostenernos cultivando la amistad incondicional con nosotros mismos.
Aprendemos a escucharnos, a nutrirnos, a saber lo que nos hace bien.
Aprendemos a elaborar la ansiedad, el miedo, la tristeza, la incertidumbre y a hacer las paces con nosotros mismos.

Para reencontrar el amor es imprescindible reencontrarnos amorosamente primero con nosotros mismos. Pero no solemos hacerlo por miedo al dolor y recurrimos a encuentros sexuales esporádicos o nos involucramos muy pronto en una nueva relación, no habiendo elaborado de manera adecuada la anterior…
Otras veces nos cerramos y nos replegamos, volviéndonos exigentes y negando nuestras necesidades emocionales. Nos cuesta volver a confiar.

Pero cuidado, que la soledad de la torre de marfil llevado al extremo es un loco ejercicio de arrogancia. Pretender vivir sin relacionarse íntimamente durante demasiado tiempo no es sano. Sobrevivir se puede, vivir verdaderamente no.
Cuanto más tiempo se pasa sin una relación más difícil se hace compartir el territorio y hacerle un espacio al otro. Uno se acostumbra y después de un tiempo se instauran las manías, la intolerancia, la comodidad, la pereza, etc…

Involucrarse otra vez conlleva riesgos: el riesgo de “contaminarse”, descentrarse, de apegarse y sufrir, el riesgo de volver a ser herido. No nos gusta que nos vean confusos, doloridos, vulnerables, por eso algunos nos aislamos y no tenemos la humildad de reconocer que necesitamos de otros.

El corazón es un músculo que necesita movimiento, el ejercicio de involucrarse y amar, si no se endurece y se convierte en piedra. Algunas personas que están viviendo esta situación pueden argumentar que no encuentran a un hombre o una mujer que merezca la pena. Siempre hay alguien. Alguien que tal vez no sea “ideal”, alguien con quien arriesgarse a abrir el corazón y ejercitar el compartir, participar, implicarse… y desapegarse si es preciso después.

En palabras de Galeano: «Ojalá tengamos el coraje de estar solos y la valentía de arriesgarnos a estar juntos»

Inspirado en un texto de Ascensión Belart
https://ascensionbelart.wordpress.com/

 

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