El sanar, casi siempre, implica un trauma de algún tipo: abrir viejas heridas o exponer a la luz energías reprimidas.
Uno de los mitos más peligrosos y desconsiderados que hemos heredado de nuestra cultura es que la sanación debería ‘SENTIRSE BIEN’. ¡No! A veces nuestro dolor realmente aumenta y se intensifica conforme la oscuridad sale hacia la luz.
El dolor que inmediatamente juzgamos como ‘malo’ podría indicar que nuestro proceso de sanación se está intensificando y alineando, y no que está estancado.
Es absurda esta tendencia en nuestra cultura de evitar el sufrimiento, de distraernos de él, de etiquetarlo como ‘equivocado’ o ‘negativo’, que es necesario deshacernos de él.
A veces, nuestra frágil ‘normalidad’ necesita romperse en el caos, el dolor necesita ser sentido más a fondo, el corazón tiene que romperse con mucha más intensidad. Y esto no es para destrozarnos, sino para deshacer formas no auténticas de ser.
Jeff Foster
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